sábado, 1 de agosto de 2009

Aspectos de la Masonería

Aspectos de la Masonería

Qué es :
Tradicionalmente, se define a la Masonería como "una asociación universal, filosófica, filantrópica y progresiva que procura inculcar en sus adeptos el amor a la Verdad, el estudio de la moral universal, de las ciencias y de las artes y estimular en el corazón humano los sentimientos de abnegación, caridad y la tolerancia en todos sus aspectos. Procura en fin, mejorar la condición social de las personas, por todos los medios lícitos y, en especial, por la instrucción, el trabajo y la beneficencia"
La Masonería trasciende el tiempo y el espacio. Une a los iniciados de todo lugar y época, a personas de toda condición, de todo origen, religión o filosofía, que conjugan sus esfuerzos para construir el templo ideal de la Verdad, de la Justicia y de la Fraternidad.
Las masonas y masones no son sabios, ni moralistas ni santos, son personas que aspiran a ser plena y dignamente humanas. Son profundamente respetuosas de la individualidad y privilegian el pensamiento creador. Combaten la ignorancia, la pereza y la violencia en cualquiera de sus formas.
Más que una institución, la Masonería es un método racional de acceso al conocimiento y por este medio a la Libertad. La verdadera libertad, la de conciencia, sólo se adquiere por el trabajo y se conserva por la perseverancia.
Desde el principio de su existencia, la sociedad de los masones ha tenido el privilegio de atraer sobre ella la atención del mundo; ha agitado y ocupado los espíritus más fuertes y más hábiles y despertado el interés entre los sabios de todas las condiciones.
A pesar de los intentos por destruirla, por entorpecer su acción, por transformar sus tendencias, la Masonería se ha sostenido, se ha extendido y se ha desarrollado. Contribuye en el transcurso del tiempo al perfeccionamiento de la vida social, hace sentir su saludable influencia sobre la moral pública y la educación de los pueblos.

La iniciación

A la masonería se ingresa luego de una cuidadosa selección entre quienes son mayores de edad, de un reconocido comportamiento ético, tienen espíritu de superación, poseen la cultura suficiente para comprender las enseñanzas que imparte la institución y están dispuestos a cumplir con perseverancia todas las actividades que asumirán libremente.

Una vez aceptados o aceptadas, los candidatos, hombres y mujeres, son sometidos a la ceremonia de Iniciación, que es el comienzo de un largo proceso de evolución y crecimiento personal, moral, intelectual y espiritual.

La iniciación permite al masón y a la masona, el despertar de su conciencia, buscar respuesta a las interrogantes que, por siglos, han preocupado a hombres y mujeres y determinar cuál es la razón de ser en el Universo.

El trabajo Masónico

La persona recién iniciada comienza un aprendizaje que le significa un compromiso ante su propio yo: mediante la introspección irá conociéndose a sí misma, logrando autovalorarse, corregirse y comprender mejor a sus semejantes. Perfeccionándose propiciará una Humanidad más justa y fraterna.

Contrae la obligación de asistir semanalmente a las reuniones de su Logia, a realizar los estudios que se le encarguen, los que tienen por objeto conocer todos los ámbitos de la ciencia y de la cultura y, al mismo tiempo, entender mejor la problemática del ser humano en la actualidad, tratando, junto a sus Hermanos y hermanas, de encontrar las soluciones adecuadas.

En esta labor será guiado por un Maestro, pero solamente su propio y constante esfuerzo le permitirá acercar su personalidad al ideal de la Masonería: un hombre o mujer culto, libre y solidario.

El simbolismo Masónico


La trascendental importancia del simbolismo, como medio de aprendizaje, constituye uno de los fundamentos de la Masonería y es el legado que ha recibido de sus antecesores operativos y que sigue siendo la mejor manera de transmitir su pensamiento y el más firme soporte en el que se basa su unión.

Esto no quiere decir que lo considere como un fin en sí mismo. El símbolo es la representación visible de una idea o una fuerza que detrás de él se encuentra. Es el instrumento a través del cual las ideas llegan a manifestarse, y a la vez el más apropiado vehículo, que, conducido adecuadamente, llevará precisamente a la comprensión y a la identidad con la energía que detrás de él se oculta.

El Símbolo vela su contenido a quienes no están capacitados para ver; pero lo revela a los que están dispuestos a ver más allá de las simples apariencias y a desentrañar el profundo misterio de su significado. Pero por eso mismo el uso del simbolismo es un medio y no una finalidad.

Sin embargo, la Masonería siempre supo que ese medio es el más ajustado a la naturaleza humana, cuando se trata de transmitir y preservar las ideas más elevadas y sutiles. Por eso siempre lo ha utilizado, inculcando en los verdaderos masones el deber de meditar constantemente en el profundo sentido que encierran sus templos, ritos e instrumentos de trabajo.

De todos los símbolos masónicos, el ser humano es el más importante pues se le considera como un Templo; un pequeño universo que contiene dentro de sí todas las posibilidades del Ser; un microcosmos creado a imagen y semejanza del macrocosmos, y que como éste es el símbolo del espíritu que está en todo y que no es otra cosa que la esencia y la suprema identidad. Existe por lo tanto una clara relación analógica Ser Humano-Templo-Universo.

Es por eso que al conocer la dinámica de las logias, al realizar en forma perfecta los ritos, y al tratar de interpretar los misterios y secretos de la cosmogonía, la Masonería practica el arte supremo del auto-conocimiento; el Arte Real que permite a los iniciados sumarse a la Gran Obra y realizar la construcción interna y externa que permitirá el restablecimiento de la unidad, la paz y la armonía.

Siendo uno de los principios de la Masonería la libertad de pensamiento, es lógico que se encuentre divergencias entre los puntos de vista filosóficos, religiosos o políticos de los distintos Hermanos y Hermanas. Pero estas diferencias y matices enriquecen al momento del intercambio de conocimientos y en el contraste de las posturas. Esto sucede porque los masones se encuentran unidos gracias a los símbolos y ritos que les caracterizan, les enseñan y les alimentan con tan notable influjo espiritual.

Es esto lo que ha distinguido a la Masonería desde sus orígenes y lo que ha hecho posible que no desaparezca y no pierda su universalidad, provocando que los iniciados de todos los tiempos escriban las páginas más brillantes y trascendentales de la historia, haciéndose partícipes de la emancipación de los pueblos en su lucha contra todos los dogmatismos, fanatismos y de cuanta tiranía ha azotado a la humanidad.

La mujer en la Masonería







Maria Deraismes


Una de las revoluciones de nuestra sociedad en el siglo pasado fue, sin duda, el logro social de la equiparidad de derechos y deberes del hombre y de la mujer, derechos que a ella se le limitaron durante mucho tiempo. No se puede, sin embargo, cantar victoria por completo, pues aún en muchos lugares del mundo se somete a la mujer a la más bárbara de las discriminaciones.

Hasta fines del siglo XIX, si nos acotamos sólo al estudio moderno de la Masonería, el acceso al conocimiento y rituales masónicos le estaba prohibido por completo a la mujer, limitándolas a un trabajo de colaboración en las obras sociales que realizaban las Logias y los Hermanos. A partir de las primeras constituciones masónicas, el año 1723, se estableció que la mujer no podía participar en los trabajos logiales y esta costumbre se ha trasmitido invariablemente en algunas Logias de raigambre inglesa hasta nuestros días. Varias pueden haber sido las razones, en esa época, por las que la mujer era rechazada en muchas de las actividades económicas, productivas y sociales y no se le permitía el acceso a la educación o la participación en los debates cotidianos. No obstante, la situación ha variado considerablemente y en nuestros días no podemos argumentar, excepto debido a una oscura ignorancia, ni siquiera una razón para justificar la exclusión de la mujer en las diferentes actividades sociales y, particularmente, de la Masonería.
A través de la unión de los complementarios es como se llega a la síntesis del Orden Universal, siendo que de este vínculo surge la vida en todos sus órdenes de realidad. La Masonería es una vía iniciática que mantiene vivos sus ritos y su código simbólico, por ende, a la mujer le corresponde hoy incorporarse al camino del Conocimiento, sin que los símbolos masónicos que se refieren al oficio de la construcción supongan una condicionante a su realización, sino un modo nuevo de adaptación a la realidad de los tiempos. Indiscutiblemente la mujer siempre ha estado preparada para cualquier tarea que se proponga y, por eso, la Masonería le muestra el camino que la llevará hacia la regeneración de su individualidad y a la conquista de la universalidad del ser.
Fue necesaria la concurrencia y participación activa de hombres y mujeres visionarios, que tomaron la bandera de lucha y la antorcha de luz que les entregara la primera iniciada, para que esta semilla arrojada en el surco se multiplicara y las Logias Mixtas se expandieran por todos aquellos países en que hombres y mujeres comprendieron que el desarrollo humano sería imposible sin el concurso de ambos sexos, en que cada uno es el complemento y no la supremacía del otro.


Comienzo

Comienzos de la Masonería en Chile

Los primeros vestigios de actividad francmasónica en el territorio entonces denominado Virreinato de Perú, aparecen en torno al año 1770; se cree que funcionaban algunas logias. En el año 1800, dependiendo de la Gran Logia de Inglaterra, se consagra en Londres la logia “Gran Reunión Americana”, autodenominándose sus miembros “Caballeros Racionales”.

Entre sus organizadores se encuentran Francisco de Miranda y Bernardo O'Higgins. Su ideario se expandiría en Sudamérica a través de las logias llamadas “Lautaro”.


A mediados de 1812 se instala la logia “Lautaro” de Buenos Aires; un tiempo después, aparecen la de Mendoza y Santiago (ésta en 1817). En 1822 las logias lautarinas se disuelven, una vez cumplidos sus objetivos independentistas. Respecto a su verdadera filiación masónica, hay diversas opiniones: unos autores, basándose en su Constitución General, la defienden; otros, piensan que eran logias de tipo militar, secretas pero no claramente francmasónicas.


En cualquier caso, la masonería chilena se verá impulsada por el masón Manuel Blanco Encalada, almirante y primer Presidente de la República. En 1825, durante el sitio de El Callao, visita las logias de Lima. Su amistad con el general Manuel Antonio Valero, Soberano Gran Inspector General del Grado 33º, llevará a que ambos acuerden instalar un taller: el 15 de marzo de 1827, en el Oriente de Santiago, "bajo el patrocinio de San Juan Bautista", se funda la logia "Filantropía Chilena", bajo los auspicios de Gran Oriente Colombiano, por encargo del Capítulo "Regeneración" de Lima y trabajando en el REAA.


Su cuadro de oficiales fue el siguiente:


Venerable Maestro, Manuel Blanco Encalada (18º).
Primer Vigilante, Manuel José Gandarillas.
Segundo Vigilante, Manuel Rengifo.
Orador, Tomás Ovejero.
Secretario, Juan Francisco Zegers.
Tesorero, Ventura Blanco Encalada.
Experto, Ángel Argüelles.


Otros miembros fundadores fueron Vicente Fur (sic), Francisco Dowster, Victoriano Garrido, José Manuel Gómez de Silva, Jorge Lyon, Carlos Renard, José Domingo de Otaegui y Mariano Álvarez.


Esta logia contribuyó, entre otras aportaciones, a la conforrmación del pensamiento liberal chileno y a crear una corriente de opinión, -vehiculizada a través de un partido político próximo al ideario de la Francmasonería: los “philopolitas”.


Aunque un tiempo después "Filantropía Chilena" desaparece, por diversas causas, la francmasonería chilena se reconstituye con un grupo de franceses que deciden levantar columnas en Valparaíso, autorizados por el Gran Oriente de Francia: el 7 de agosto de 1850 nace la logia "L´Etoile du Pacifique", trabajando en el R:.E:.A:.A:.

Reconstitución

Reconstitución de la Masonería en chile

Recién afianzada la independencia de nuestro país y aún no bien calmada la exaltación patriótica que en todos los ánimos produjera aquella sangrienta lucha, puede decirse que, por lo general, la gran corriente de opinión se dirigía casi exclusivamente en el sentido de darle base indestructible a aquella libertad, a costa de tantos sacrificios alcanzada, y que el primitivo conquistador trataría de amagar a cada instante.

Además, los múltiples problemas que se presentaban a los ciudadanos de una república recién nacida tenían que necesariamente absorberles todas las energías y todas las preocupaciones, quedando poco o ningún tiempo para la especulación filosófica y para esas labores del espíritu, propias de las épocas de paz y progreso.

Fue necesario que un grupo de francmasones franceses se congregara para llevar a la práctica la idea de fundar una Logia masónica en nuestro país.
Al efecto, se reunieron en Valparaíso y después de los trámites preliminares, establecieron en dicho puerto, una logia simbólica, bajo el nombre distintivo de “Etoile de Pacifique”. Este acontecimiento, punto de partida del establecimiento regular de la masonería en nuestro país, tuvo lugar el 7 de agosto de 1850. Esta logia obtuvo su Carta Constitutiva del Gran Oriente de Francia y quedó, en consecuencia, sometida a potencia masónica.

Otros francmasones ingleses y norteamericanos, alentados por aquel ejemplo, resolvieron, a su vez, fundar otra gran logia; y, al efecto, pidieron sus Cartas Patentes a la Gran Logia de California. Más, como no obtuvieran resultados las gestiones iniciadas en tal sentido, recurrieron, con éxito esta vez, a la Gran Logia de Massachusett. Obtenida la carta constitutiva, se instaló solemnemente en Valparaíso el 14 de diciembre de 1854, bajo el nombre de “ Bethesda”.

De estas Logias, una trabajaba en francés y la otra en inglés; y por aquel entonces en que el estudio de los idiomas extranjeros no había alcanzado el desarrollo que tiene ahora, este hecho constituía una verdadera dificultad para los chilenos que quisieran ingresar como miembros de la Institución. No obstante, y aconsejados por un hermano natural de Curacao y que había sido iniciado en Caracas, algunos chilenos hicieron un esfuerzo y lograron ser admitidos en la Logia “Etoile du Pacifique”.

Allí trabajaron con perseverancia ejemplar, hasta obtener su grado de maestros. Entonces pudieron llevar a la práctica una idea acariciada desde tiempo atrás: fundar una Logia Masónica chilena. Esta fue la “Unión Fraternal” que empezó a trabajar el 27 de julio de 1853 bajo la dependencia del Gran Oriente de Francia.

Con la base de las Logias “Etolile du Pacifique” y “ Unión Fraternal”, el Gran Oriente de Francia estableció en Valparaíso un Capítulo del grado XVIII y un Consistorio del grado XXX.

En menos de 10 años, desde la fundación de estas Logias, los ideales se propagaron rápidamente en el país. El corazón de los chilenos todavía conmovido por el recuerdo de los combates de la Independencia era campo fértil para la semilla de esos sentimientos de Libertad, Igualdad y Fraternida que propaga la Masonería. Y así vemos que hacia el año 1862, en Concepción se ha constituido la Logia “Fraternidad” y en Copiapó las Logias “Hiram ” y “Orden y Libertad”. Datos precisos sobre la fundación de estos Talleres puede decirse que no existe. Cabe suponer que, tanto la “Fraternidad” de Concepción, como la “ Orden y Libertad “ de Copiapó, dependían del Gran Oriente de Francia. En cuanto a la Logia “Hiram”, su historia es completamente oscura. Parece que dependía de alguna Potencia Masónica Alemana; pero después de haber cultivado estrechas y fraternales relaciones con la “Orden y Libertad”, fue completamente absorbida por esta.

Tenemos, pues, hacia fines del año 1862, tres logias chilenas en plena actividad: en Valparaíso, en Concepción y en Copiapó.

Dada la enorme distancia de la autoridad central y debido a que el Gran Oriente de Francia, por lo mismo que no estaba al cabo de idiosincrasia de nuestra sociedad, no podía trazar programa de trabajos adecuados para cada región masónica, los trabajos languidecían y los más entusiastas hermanos veían con verdadero temor acercarse el momento en que las logias de Chile tuvieran que abatir sus columnas. En tales circunstancias no se veía más que un camino salvador: independizarse del Gran Oriente de Francia y constituir una Potencia Masónica Autónoma. Pero, como separarse de aquel poder masónico que les había dado vida, sin caer en irregularidad ? Como proceder sin faltar a los juramentos de adhesión?.

En tales condiciones y cuando consideraban este problema sin solución posible, se produjo un acontecimiento único que ocasión a las logias de Chile para obtener la independencia a que aspiraban.

Después del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1852, Napoleón III estuvo indeciso entre suprimir o simplemente vigilar a la Masonería. Algunos de sus consejeros le hicieron ver que era mucho más conveniente atraerse la simpatía antes que la hostilidad de una Asociación, cuyo poder no conocían, pero que se les antojaba temible. Al efecto, aprovechando la ocasión que la Gran Maestría estaba vacante, el gobierno, por una serie de insinuaciones oficiosas logró que se propusiera para tan alto cargo al Príncipe Lusiano Murat, que había sido iniciado en América. La elección se llevó a efecto y Murat fue elegido Gran Maestre por la unánime opinión de 132 votantes. Pero muy pronto, la Masonería Francesa, comenzó a arrepentirse de semejante elección. El Gran Maestre Murat no poseía las condiciones de carácter, de inteligencia y, sobre todo, de independencia moral, que debe tener el hermano que desempeña tan elevado cargo. Cometió una serie de desciertos administrativos y trató de someter a la masonería a un gobierno absoluto, semejante al que pesaba sobre el pueblo francés.

Fácilmente se comprende que el Gran Oriente tuviese vivos deseos de deshacerse de un jefe semejante y que esperara con verdaderas ansias el día de la nueva elección. Pero no contaba con que Murat insistiría en permanencer en el puesto, tratando de hacerse re elegir por un nuevo período.

Se creyó entonces que la oposición de un rival prestigioso resultaría eficaz y, al efecto se pensó en el Príncipe Napoleón, primo del Emperador. Por aquellos días, al votarse en el senado francés un proyecto relativo al poder temporal del Papa, el Gran Maestro Murat, votaba a favor del poder temporal, en tanto que el príncipe Napoleón manifestaba ideas contrarias al respecto. Este incidente le dio un tinte de liberalismo muy oportuno en aquellas circunstancias.

No se tiene seguridad que la elección del Gran Maestro que debía efectuarse en enero de 1861, se haya realizado o no, ya que Murat apeló a la violencia; que hizo despejar con la policía la Sala de Deliberaciones del Gran Oriente y que nombró una comisión de 5 miembros para que rigiera los destinos de la Orden hasta el mes de octubre, fecha en que debía llamarse a nueva elección.

La Fraternidad no aceptó semejante disposición y vino la anarquía a complicar más el difícil problema planteado. En este estado se encontraba el asunto cuando intervino Napoleón III. Pero su intervención no se debía al amor por la concordia ni al respecto por la Institución; intervino para sujetar la masonería al poder civil, obligándola a aceptar por Gran Maestro al Mariscal Magnan, que no era masón.

Ante tan inaudito acontecimiento y en vista de la manifiesta irregularidad en que había caído el Gran Oriente de Francia, al aceptar que rigiera sus destinos un individuo que ni siquiera había recibido el grado de Aprendiz, las logias chilenas “Unión Fraternal” dirigida por don Manuel de Lima, “Fraternidad” dirigida por Enrique Pastor y “Orden y Libertad” dirigida por Guillermo Gotschal”, desconocieron la autoridad del Gran Oriente de Francia y se declararon independientes hasta el reconocimiento de un nuevo poder masónico que regularice sus trabajos.

La Logia “Unión Fraternal” y “Progreso”Nº4 de Valparaíso fundada por hermanos de la “Unión Fraternal”, se pusieron rápidamente de acuerdo con las logias de Copiapó y Concepción, para fundar en Valparaíso la Gran Logia.

El 2 de abril del 1862, treinta masones, sin contar los que se hallaban representados por delegados, declararon la formación de La Gran Logia de Chile.

Esta nueva Potencia Masónica “única legisladora y reguladora de la masonería simbólica en el territorio de Chile”, quedó solemnemente instalada en Valparaíso el 24 de mayo de 1862.

Constituida la Gran Logia de Chile uno de sus primeros cuidados fue ponerse en relaciones con las demás Potencias Masónicas Regulares y obtener su reconocimiento como Cuerpo Independiente y regularmente constituido.

Sus esfuerzos se vieron pronto coronado por el éxito: la primera potencia Masónica que reconoció a La Gran Logia de Chile fue la Gran Logia de Massachussets, el 30 de noviembre de 1862. Después lo hizo La Gran Logia del Distrito de Columbia, el 13 de diciembre de 1863, y La Gran Logia Central de Francia el 21 de diciembre de 1864.


"No es una secta, ni es un partido. Investiga, enseña, educa, sin móviles religiosos ni políticos. Comíenza su obra en los hermanos y por consecuencia lenta, pero eficaz y profunda, la termina en la sociedad profana. Prescinde de las pasiones e intereses de circulo para inspirarse sólo en altosideales. Aqui se encuentra el fundamento de la solidez de la inatitución masónica, el secreto de su proselitísmo, la universalidad de su prestigio y la flexibilidad a la vez que la certeza de sus métodos"